domingo, 12 de julio de 2015

Gunthard Weber (y 2): constelaciones que no lo son, intervenciones sistémicas y el lugar del facilitador

Ayer noche Bob Dylan tocó en directo en San Sebastián. Según me cuenta mi amigo Paco, que acudió presto a escucharle a la plaza de toros de Illumbe, eso fue lo que hizo literalmente. Ni un hola, ni un adiós, ni un comentario, ni la más mínima relación con el público que no pasara por sus canciones.

Hace unos años tuve oportunidad de escuchar en Bilbao a otro de los grandes de la música, Van Morrison. Y más de lo mismo. Salvando una buena bronca que le echó en pleno escenario a uno de sus músicos, ni una palabra dirigida al público entregado que le fue a escuchar.

Lo de Guntard Weber no es la música sino la consultoria y la psicoterapia, aunque incluso nos cantó en más de una ocasión. También supera los 70, como los dos primeros. Y, al igual que ellos en la música, es el pionero de un estilo de trabajo en las organizaciones utilizando las constelaciones. Sin embargo, su actitud, su manera de estar no puede ser más opuesta. En continua interacción con quienes le escuchábamos, nos hizo sentir especiales. Cuidados y respetados. Fue un placer experimentar su inmensa humanidad, más allá de la "música" que tocaba, y mira que toca bien. Su sabiduría se hizo mucho más grande con su humildad.

En el anterior post daba algunas pinceladas de la primera jornada del taller que ha impartido en Bilbao de la mano de Emana. Continúo con ideas que me llegaron de la segunda y última.

Gunthard, que impartió en taller en alemán con una extraordinaria traducción consecutiva al castellano, nos explicó que la palabra que denomina a las constelaciones en ese idioma (el primero en que se definieron como concepto) significa "poner en el espacio". Fue en su traducción al inglés cuando se utilizó "constelation" y a continuación en castellano, adoptando la referencia inglesa, en lugar del original alemán. Total, que hemos acabado con un termino con connotaciones exotéricas para un concepto mucho más fenomenológico, descriptivo de lo que se hace cuando "constelamos": colocar a elementos en el espacio, generando una configuración espacial de la imagen que tiene el cliente del asunto que quiere trabajar.

También me pareció clave, especialmente viniendo de la persona que inició la utilización de las constelaciones en la organizaciones, su diferenciación clara entre enfoque sistémico y constelaciones. Para Weber, las constelaciones en sí mismas no son sistémicas. Son un instrumento que se puede usar desde un enfoque sistémico o no. En concreto, para él, la forma en que Hellinger las utiliza no refleja un planteamiento sistémico.

La teoría sistémica, abundó, trata de las relaciones de los elementos del sistema y su reciprocidad. De patrones que se repiten, de procesos circulares recurrentes en el sistema. El contructivismo le añadió la referencia al observador. Las cosa son como las observamos, no las observamos como son. Desde ese marco teórico se fue desarrollando la terapia sistémica y la consultoría sistémica. Autores como Maturana y Varela, Bateson, Luhmann, la escuela de Palo Alto, la de la terapia familiar de Milan,.... Son un conjunto amplio de desarrollos teóricos y meteorológicos que caracterizan la manera de intervenir sistémica. Y desde ella se pueden utilizar las constelaciones o no, es decir, hay intervenciones sistémicas sin utilizar la herramienta de las constelaciones. Y, a su vez, utilizar una constelación no es en sí mismo indicativo alguno de que el facilitador esté trabajando desde un enfoque sistémico.

Más allá de sus palabras, resultó muy instructiva la manera de estar de Weber cuando trabajaba con los clientes que trajeron casos al taller. Sin embargo, también las palabras que utilizó para explicarlo fueron clarificadoras: es necesario centrarse siempre en la pregunta que el cliente ha planteado, en lo que es su interés. El facilitador tiene que vigilar su curiosidad, que le puede llevar a explorar caminos que no aportan a la pregunta que el cliente ha planteado. Así mismo, hay que estar atento a no inventarse nuevas preguntas, nuevos problemas, que el cliente no ha formulado. Como diría Georg Senoner, bastante problema tiene ya el cliente como para que nosotros le planteemos otros nuevos.

Subrayó la importancia de sentir amor, al menos simpatía por el cliente. Mirarlo en su singularidad, en lo que tiene de único. Centrarnos en lo que hay en él que está esperando para realizarse, para desarrollarse. Esa actitud sincera y sentida, fortalece al cliente y le hace sentirse reconocido y, desde ahí, puede llegar a abrir su alma.

Así mismo, cuando el facilitador aconseja ha de tener cuidado de no posicionarse demasiado al lado de los cambios. Inclinarse en exceso en esa dirección puede llevar al cliente, en una reacción muy sistémica, a rechazar con más fuerza los cambios. Siempre hay que preguntarse si es el momento de los cambios o hay que esperar aún un poco. Y en ese marco, dar un mensaje explícito de respeto y de aceptación a que el cliente se quede donde está.

Cuando sientes que tiene que esforzarte mucho para provocar el cambio ten cuidado, eso es ya una señal de que quieres algo diferente a lo que quiere el cliente. Y será una buena idea volverte a preguntar a ti mismo qué es lo que quiere el cliente.

Ojalá María Carrascal (Emana) consiga otro de sus milagros y logre que Gunthard Weber vuelva de nuevo el próximo año. Mientras tanto, reserva en tu agenda los días 9 y 10 de octubre (Jan Jacob Stan) y 6-7 de noviembre (Anton de Kron)

2 comentarios:

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Muchas gracias, Enrique. Extremadamente valiosas para mi tus crónicas y matices del taller de Weber. Gracias. Un abrazo desde San Sebastián.

Unknown dijo...

Un placer compartir. Un abrazo